El reloj de Cándido

4 de enero de 2013
Todos somos testigos de la sucia campaña de desprestigio contra los sindicatos, y muy especialmente contra aquellos que cuentan con muchos años de historia, una gran representatividad y una vocación de clase que, aunque la nieguen, no se puede negar: CCOO y, por supuesto, la más que centenaria UGT. Se entiende tal empeño, cuando este es el único escollo que les queda para que la derecha campe de nuevo a sus anchas, para que los dueños del capital recuperen ese estatus de señores y patronos que tantos de ellos añoran.

Viene esta reflexión a cuento del magnífico artículo que recientemente ha publicado Iñaki Gabilondo al respecto, Muerte a los sindicatos, en el que se da cuenta de la tremenda injusticia que se esconde tras cada generalización, y que en el caso de los sindicalistas es especialmente sangrante. Y lo es porque soy testigo de que muchos compañeros y compañeras se dejan la piel en la defensa de nuestros derechos, que superan ampliamente las horas de liberación de las que disponen para sacrificar mucho tiempo de su vida personal y familiar en ese empeño, y lo hacen porque creen en ello, por militancia, por el sueño de un mundo más justo y mejor. Pongo la mano en el fuego por todos ellos, y si resulta que en un caso concreto me quemo… la volvería a poner en el fuego, una y mil veces, porque la inmensa mayoría que lo da todo en esta tarea merece la pena, y mucho. No podemos generalizar, siempre es injusto, pero aún menos cuando hablamos de los hombres y mujeres que durante ya casi 125 años nos han llevado desde la miseria y la cuasi esclavitud a la sociedad de derechos que hemos construido todos los trabajadores y trabajadoras, y que hoy nos quieren arrebatar.

Es muy preocupante que la imagen distorsionada y torticera que intentan trasladar desde el Tea Party mediático pueda calar entre una parte significativa de hombres y mujeres que viven de su salario o que trabajan para su pequeño negocio, que cuentan sólo con sus manos, porque les están convenciendo de que renuncien a la mejor herramienta de la que disponen para defender sus derechos y los de sus hijos. Este sindicato se ha levantado para toda la clase trabajadora, y ha costado muchos años y mucho esfuerzo, si alguien cree que alguno de los que estamos no debemos estar yo les insto a defender lo que es suyo, a ser parte de este sindicato que les pertenece, y a defender sus posiciones y sus ideas, que para eso esta organización está constituida democráticamente y se rige por unos estatutos, sujetos a los cambios que decida la mayoría en los diferentes congresos.

Pero hay una renuncia que me preocupa aún más, que me pone francamente los pelos de punta, y es que pueda calar ese mensaje de que el mero hecho de ver a un sindicalista en primera clase, comiendo en un restaurante más o menos exclusivo, o portando un objeto de valor, es en sí mismo un escándalo de mayúsculas dimensiones. Y me pone los pelos de punta porque, como representantes de la clase trabajadora, se está afirmando que los trabajadores y trabajadoras, tengan el estatus profesional y lo años de trabajo que tengan, no pueden entrar de ningún modo en el “mundo de lo exclusivo”, eso es sólo para ellos, para los ricos. Dicho de un modo más claro, a la vez que soez, que después de toda una vida de trabajo no se puede tener derecho al capricho que a uno le salga de los mismísimos. O dicho bajo una perspectiva sociológica, que quieren recuperar una sociedad de castas, y para eso, es bueno recordarlo, nos necesitan pobres, muy pobres, y a ser posible incultos, tarea de la que ya se está ocupando el señor Wert con sus tasas exclusivas y excluyentes.

Yo, por el contrario, y espero que al igual que yo toda la clase trabajadora, defiendo una sociedad para todos y para todas, donde el trabajo que es el que materializa la riqueza del empresario (que no la del especulador) se valore y MUCHO, donde una vida de trabajo garantice una posición acomodada para todos y, tras muchos años de esfuerzo, incluso caprichos. Y si alguien no lo tiene claro que piense bien lo que significa lo contrario, lo que defiende la derecha mediática, la sociedad que quiere para sus hijos.

Al calor de esa campaña, el compañero Cándido es acusado de todas las majaderías que se les ocurren a las marionetas de Intereconomía, a las que ya se están apuntando las nuevas promesas que pululan por TVE y RNE, y por la polémica creada desde esa cadena se le preguntó en La Sexta, hace ya unas cuantas semanas,  por su famoso reloj, al parecer un lujoso Rolex valorado en un pastón. Ante este hecho, el compañero Cándido sacó de su muñeca el famoso reloj, que llevaba consigo, y que resultó que ni era Rolex ni nada, que era un obsequio conmemorativo de un acto sindical con más valor sentimental que crematístico. Quedó clara la nueva infamia, una de tantas, pero yo no debí de quedar muy satisfecho, cuando seguí hablando sólo y di un golpe en la mesa para preguntar(me) ¿Y si es un Rolex qué carajo pasa?

Ante esta campaña canallesca, tan propia de los canallas que la dirigen, yo quiero instar a todos y a todas a lucir nuestra condición de trabajadores y de sindicalistas con más orgullo que nunca, a levantar bien alto la cabeza para preguntar a quienes hacen tanta afirmación indecente qué clase de mundo pretenden, a defender con todas nuestras fuerzas una sociedad libre y con un nivel de vida digno… también para los trabajadores y trabajadoras. 

Hoy más que nunca GRITO ¡YO SOY DE LA UGT! 

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